Una de las muchas propuestas agroalimentarias de Asturias son sus mercados semanales, que suelen ofrecer tanto al habitante como al visitante una serie de productos locales, como los de la huerta cultivados como antaño, difíciles de conseguir en una superficie comercial. La tradición de estas muestras ambulantes es muy antigua y está muy arraigada, especialmente en la zona rural. Hasta tal punto estamos habituados con ellas que ni tan siquiera hoy en día, en el que la publicidad marca nuestras preferencias a la hora de consumir y los grandes establecimientos acaparan la oferta de productos de diversa índole en un mismo emplazamiento, hemos perdido la costumbre y las ganas de ver y comprar el género que nos brindan.
El tradicional mercado de Grado se celebra desde hace siglos dos veces por semana, los miércoles y los domingos, y es cuando en el caso histórico de la villa se montan puestos de plantas, productos textiles y, especialmente de sus afamados frutos de la huerta; un escaparate que pone a disposición de vecinos y foráneos artículos frescos, fruta y verdura de temporada, a precios competitivos.
Y es que la apertura del pequeño comercio coincidiendo con el mercado dominical es una de las características que diferencia a Grado y lo convirtió en un referente donde abastecerse en domingo. De hecho, acuden clientes de diferentes puntos de la región, como Consuelo Menéndez, vecina de Oviedo. “Suelo venir bastante a menudo, sobretodo si quiero comprar algo en concreto, como fabas o manzanas de casa”, apunta.
Son muchos los agricultores que como medio de vida, o simplemente para vender su excedente se instalan semanalmente en la plaza.
Ramona González, vecina de la localidad moscona de Llamas, como cada miércoles y domingo desde hace 40 años pone a disposición del cliente gran variedad de fruta y hortaliza, dependiendo de cada estación. Su especialidad, los huevos.
Olga Suárez, natural de San Antolín, localidad de Cornellana (Salas), coloca su puesto cada último día de semana compuesto por cebollas, ajos, kiwis, faba de granja, faba amarilla, entre demás variedad, todo cultivado por ella misma. Reconoce que las ventas, aunque generalmente son buenas, “va por días. Hay domingos en que lo vendes todo y otros, en cambio, que llueve y no vendes nada”. Su especialidad, más que la agricultura es la apicultura. “Tengo más de 100 colmenas, y tengo miel de brezo, multiflora y de brezo de calluna”.
La moscona Josefina González acude a la villa los domingos y trae de su huerta, un terreno de unos 1.300 metros en Pereda, patatas, manzanas, nueces y hasta harina, transformada en su propio molino. “Vendo lo que tengo de casa, todo ecológico y plantado de manera tradicional”, destaca, y asegura que hoy en día “en la plaza se vende poco. La gente va a las grandes superficies por comodidad. No valora la calidad”.
Mª de los Ángeles Feito es habitual al mercado desde hace 7 años. Se presenta desde un pequeño pueblo a 16 kilómetros de Tineo, Luciernas, donde tiene su hacienda con un pequeño invernadero. Puerro, acelga, castañas o membrillo, forman parte de su mercancía. Explica que de la agricultura “se puede vivir tranquilamente. El problema es que el campo lo trabaja gente mayor, y a la juventud no le gusta”.