Shiit-Astur, reconocimiento al emprendimiento rural

0
1901

La sevillana María Dolores Monge produce seta shiitake en troncos de castaño y roble en un bosque de la localidad de Pando, Belmonte de Miranda, desde hace casi dos años. Un proyecto que la ha llevado a alcanzar un segundo puesto en el programa TalentA 2021, al que se presentaron 80 iniciativas empresariales en el medio rural a nivel nacional, promovido por Corteva Agrisciencie y Fademur.

La ciudad no cubría sus necesidades. Pese a todas las posibilidades que le ofrecía Madrid -con un trabajo estable en una multinacional del sector automovilístico muy bien remunerado- María Dolores Monge sentía que en la capital no podía llevar a cabo una de sus principales prioridades: criar a sus hijas junto a su marido, Aitor Samper. “Estábamos estresados y no éramos felices. Mirábamos a largo plazo y con el ritmo de vida que llevábamos nos plantaríamos en los 50 años y no habríamos disfrutado de nuestras hijas. Somos padres y queríamos verlas crecer, educarlas y jugar con ellas y no podíamos hacerlo”. Así, ambos decidieron trasladarse a Belmonte de Miranda y poner ella en marcha Shiit-Astur, una empresa dedicada a la producción de seta shiitake en troncos de castaño y roble, hace casi dos años. Un proyecto que ha resultado finalista entre 80 candidaturas empresariales en el medio rural del ámbito nacional del programa TalentA.  Se trata  de una iniciativa pionera de capacitación y financiación para mujeres emprendedoras en el campo puesta en marcha por Corteva Agrisciencie, compañía referente en el sector agrícola en tecnología aplicada a semillas y agricultura digital, y Fademur -Federación de Asociaciones de Mujeres Rurales de España-. “El jurado valoró que mi proyecto fuera innovador y respetuoso con el medio pues se trata, siguiendo el modo tradicional japonés, de un cultivo ecológico certificado”. Asimismo, se muestra “muy contenta por la visibilidad que se nos está dando”.

Casualidad: combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar. La casualidad la trajo a Asturias, la casualidad la puso a producir hongos y la casualidad la llevó a concurrir en el certamen. “Casualmente la vida nos trajo hasta aquí”, ríe. “Yo siempre digo que el camino lo empiezo yo, en este caso fue la necesidad de cambiar de vida, pero se van abriendo puertas que casualmente para la familia nos está llevando por el camino adecuado. Podré hacer muchas cosas mal, pero voy por el buen sendero”.

María Dolores nació en Dos Hermanas, Sevilla, en el seno de una familia que valora la agricultura y la cultura de autoabastecerse: “mi padre no es agricultor profesional pero siempre tuvo huerto. Yo recuerdo comer tomates de casa e ir a recoger patatas”.  A los 18 años se trasladó a Madrid, donde permaneció 12. En un intento por conciliar y mejorar la calidad de vida de la familia, “queríamos tranquilidad”, de un bloque de pisos en el centro nos mudamos a las afueras. Pero compaginar el trabajo con la familia seguía siendo inviable. “Las niñas siempre estaban cubiertas, trabajábamos de mañanas o de tardes, en turnos cruzados, pero nosotros como pareja no y necesitábamos un cambio de vida”. Por ello, y “con lo que teníamos en cuanto a ahorros y con la idea de vivir en el medio rural nos pusimos a buscar proyectos para emprender. Sabíamos que tenía que ser Asturias, por el clima”. El resto, la casualidad. La misma que la llevó a concurrir en el certamen: “me informó otra emprendedora y esa misma noche preparé la documentación y la presenté”.

Cultivo novedoso

“Buscando casas en Internet, dimos con ésta. Conocíamos Asturias, pero lo más turístico, como Cangas de Onís. Pero no esta zona. Nos gustó la casa. La visitamos un fin de semana y nos la quedamos”. Así, hace casi tres años se instalaron en una pequeña aldea del concejo de Salas, que limita con Belmonte de Miranda, en la que ven crecer a Paula, de 5 años, y Lucía, de 3, con un estilo de vida respetuoso y vinculado a la naturaleza. Con una idea de negocio inicial totalmente opuesta, “cuando decidimos cambiar de vida nos pusimos a meditar y buscar un proyecto. Necesitábamos subsistir”. Del turismo rural aterrizó en el cultivo de setas: “mi familia siempre fue aficionada a la micología y un familiar me dijo que por qué no me dedicaba a su producción, que era el futuro. Por el clima de la región similar al nipón  nos centramos en el shiitake. Aquí ya había un productor pero era novedoso”. Tras cursos formativos sobre su manejo, María Dolores se puso a buscar una finca boscosa que reuniese las condiciones idóneas. “Tenía que ser llana, de fácil acceso, con agua y que le de el sol, y la conseguimos en alquiler en Belmonte de Miranda”.

Shiitake es un vocablo japonés formado por dos palabras: take, que significa seta, y shii, o el nombre de una variedad de roble abundante allá. La relación de los japoneses con los hongos, como todo lo referente a su cultura, abarca un componente espiritual que supera los límites del estómago y la boca: las setas son para los nipones alimento y también medicina, aparte de tradición venerable, respeto a su naturaleza tangible e historia que continuar. Y es que aparte de sus indudables cualidades culinarias, base de numerosas recetas de sopas y woks, las propiedades medicinales de estas setas  se deben a un componente llamado lentinano, un polisacárido que regenera y refuerza las defensas del organismo de forma sorprendente, sobre todo contra virus y células cancerígenas.

El año pasado, durante los meses de verano, María Dolores llegó a recolectar 20 kilos de hongos a la semana, y en los meses más fríos 10. “Este año –cuya campaña comienza este mes y se extenderá hasta noviembre- tengo el doble de troncos, con lo que espero duplicar la producción”, que saca mayoritariamente a través de la venta directa en finca, “se puede venir a la finca y recolectar tus propias setas”, y abastece a fruterías, tiendas ecológicas y restaurante. Ahora, está trabajando la venta online (www. Shiit-astur.com). El futuro, en el excedente.

Venta directa en la explotación: “Se puede venir a la finca y recolectar tus propias setas”

Entre sus objetivos, con cargo a los fondos LEADER, “de la que ya estoy preseleccionada y, a pesar de los retrasos por la Covid espero tener resolución próximamente”, es una planta de procesado en el bajo de la casa. “Quiero aprovechar todo lo que tengo, tanto en infraestructura como de género. En el pajar voy a poner otra sala de producción, incluso estoy preparando un huerto en ecológico para abastecerme de todos los ingredientes posibles para las conservas”. Sin embargo, las trabas burocráticas no la dejan avanzar. En decir, “estoy muy a gusto pero el medio rural está muy abandonado”. Por ello, pide más implicación de los Ayuntamientos. “¿Cómo se pretende atraer población y fijarla si hay carencias en los servicios y no se cuida a los vecinos que ya estamos instalados aquí? Su pueblo carece de alcantarillado, un previsible requisito de Sanidad para poder continuar desarrollando y diversificando en el que ya es su entorno y su medio de subsistencia. Además, las condiciones del agua potable son bastante deficientes: “¿cómo me van a permitir abrir un obrador si tenemos el agua revuelta todo el año? “. Esto ya no es solo una reivindicación para el negocio, sino que “es insalubre tanto para mayores como para niños. Esta el agua marrón prácticamente todo el año”.

Proceso

Consigue los troncos para inocular mediante clareos y podas forestales en la propia finca. Selecciona árboles que podar o cortar, y prepara sus maderos con mimo: los agujerea por todo su perímetro, y en cada pequeño boquete inoculan el micelio de la seta. El micelio son las fibras que hay debajo del capuchón, resultado de varias esporas germinadas.

En este momento, “estoy inoculando la cosecha de 2022”

Una vez inoculados, en Shiit-Astur los incuban durante un año, “yo ahora estoy inoculando la cosecha de 2022”, el tiempo que tarda el hongo en colonizar la madera. En ese momento, estimulan el crecimiento sumergiendo los troncos en agua durante 24 horas. De ahí, pasan a un invernadero, aislados del agua e insectos, y el roble y el castaño empezarán a producir hasta cinco cosechas anuales, en un ciclo constante de agua y secado. Cada tronco dura unos tres años. El esfuerzo los deja casi descompuestos. He aquí la necesidad de un aprovechamiento forestar sabio y coherente. “Hay muchos montes de castaño y roble en desuso. Están prácticamente abandonados y deberían permitir acceder a ellos. Nos podrían  autorizar para hacer podas, entresacas, cortafuegos y cuidar de la zona. Obviamente no gratis, y de manera sostenible”.