Las 30 vacas de Elena Soberón nutren de leche a su pequeña quesería en Arangas de Cabrales. En su conjunto forman Ganadería Quesería Soberón, afincada en su lugar de origen hace ya siete años. Como nos recuerda María Sánchez en su libro Tierra de Mujeres. Una mirada íntima y familiar al mundo rural “siempre, siempre quedan las huellas (…). Los que queremos y defendemos el medio rural y todo lo que habita lo hacemos por ese vínculo tan fuerte que creció en nosotros desde pequeños. Porque nuestras familias y nuestros pueblos formaron parte, cuidaron, dieron importancia, injertaron ese lazo en nuestra infancia”. Desde que tiene uso de razón, la quesera recuerda pasar cada verano, las vacaciones escolares de junio a septiembre, en una cabaña en la majada del Cuera con sus abuelos. “Mis padres se quedaban en el pueblo para la hierba porque las vacas casinas, las ovejas y las cabras las subían al puerto. Cuando mi abuelo Francisco mecía -ordeñaba- las ovejas, nosotras -su hermana Ana y su abuela Maruja-, hacíamos el queso en la cabaña”. Esas vivencias, esos recuerdos, en definitiva esa cultura, hicieron cuajar un proyecto, una ilusión, que materializó hace siete años. Su práctica, muy parecida a las que aprendió de niña. Detrás de su queso está la huella de su familia, de sus raíces y de la tradición que le han inculcado, y le han transmitido que con esfuerzo, tesón y sacrificio se puede vivir y desarrollar su capacidad empresarial en el medio rural.
No hay tiempo para una conversación reposada. Elena nos atiende al teléfono, va con su hermana en coche en dirección a Oviedo a entregar con 120 piezas “grandes” mientras desgrana sus experiencias. Su explotación produce 1.000 litros de leche cada segundo día. “Solo hacemos queso con nuestra leche”. De hecho, “me quedé corta porque si hubiese tenía más producción la hubiese vendido pero no quiero meter leche de afuera”. Controla todo el proceso. “Podría haber comprado la leche pero mi padre me aconsejó que si quería una quesería era fundamental tener tu propia materia prima porque controlas la calidad de la misma. Es más trabajoso pero ante tanta competencia es fundamental”. Dicho y hecho. Aunque en su familia hay una marcada tradición ganadera, de vacas de leche no tenía mucha idea, ríe. No se amedrentó. Pasó de no saber utilizar una catadora a manejar tres decenas de animales. Y no sólo eso. Quienes dividen el trabajo físico e intelectual está claro que no han visto de cerca todo lo que tienen que hacer las manos de las hermanas Soberón. El día comienza temprano, es difícil seguirles el ritmo. “Vamos directas a la ganadería. Se limpia, se ceba y se mece el ganado. El queso lo hacemos cada dos días así que si no tenemos que ir a la quesería, una vez que arreglas las vacas por la mañana, después de comer vamos a la cueva”. Por la noche, vuelta a la cuadra. Los días que toca elaborar “pasas la leche, haces el queso y si tienes que ir a la cueva también vas y si tienes que etiquetar también lo haces. Siempre hay trabajo que sacar adelante”.
Con futuro
De cara al futuro, está formar una sociedad conjunta con Ana. “El trabajo lo hacemos las dos”, y quizá el año que viene introducir “cabras y ovejas para hacer el queso de tres leches. Mi padre tenía rebaño de ambas. Las ovejas las tuvo que quitar hace seis meses a consecuencia del lobo y las cabras, en estos momentos, no se las que le quedarán”.
El queso de Cabrales cuenta con el amparo de Denominación de Origen Protegida -DOP- desde el año 1981, por aquel entonces Elena no había ni nacido. Hoy en día es la productora más joven y la vicepresidenta del Consejo Regulador además de la única productora del queso de Arangas, un producto de sabor único y exclusivo, “es blanco y con pintas azules, menos picón que el queso Cabrales”, que le obliga a subir las piezas en mochilas hasta la cueva en la que las maduran, que se encuentra a 1.300 metros de altura en la Sierra del Cuera, “por eso es una pequeña producción”. “Para meterte en el sector ganadero y quesero tienes que haberlo visto desde niña. Las condiciones de trabajo son muy duras”. En la actualidad, “muy pocos jóvenes están dispuestos”, concluye.