Mujer rural, ayer y hoy

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Mujeres cinchando, cabruñando, ordeñando, ensilando y poniéndole el cuerpo a las arduas e innumerables tareas rurales existieron siempre y en el sentido más literal, porque existe la costumbre, errónea, de entender el aporte de las mujeres rurales como labores livianas únicamente. La contribución de las mujeres en el agro se da en la parte productiva, en la técnica, en la gremial y en la estatal y, como en cualquier ámbito, suma, abre la cancha, aporta al abanico de opciones y decisiones. Sin embargo, no es fácil transitar la ruralidad siendo mujer. Esto, además de vivenciarlo en experiencias propias, consta en informes estadísticos de organismos gubernamentales que se encargan de medir las desigualdades del sector primario. Ahí se constatan las diferencias, no solo en el reconocimiento al trabajo de mujeres y hombres, sino en su remuneración, en el acceso a recursos y en la toma de decisiones. Cambiar esta situación tiene un gran tinte cultural, pero existen fuertes competencias y ejemplos. Residen en entornos donde la dureza de la vida cotidiana por la falta de servicios se suma al ambiente machista en el que se desarrollan. Sin duda, era hora de cambiar ese rol porque continúan siendo ellas la clave de la supervivencia de un sector económico y social esencial para el desarrollo de una sociedad que necesitan de sus producciones para alimentarse día a día. Mujeres como Josefa García Fernández son las que han dignificado un terreno por el que aún hay mucho que cultivar. Ella es arraigo. Es tesón. Es sacrificio. Es lucha. Es ejemplo y el espejo de otra gran mujer que decidió apostar por su lugar de origen y coger su relevo: su hija. Paloma López García, natural de Genestoso, concejo de Cangas del Narcea, dirige desde hace 26 años la Ganadería Nacio y “no me fue mal. Estoy contenta. Levantarte por la mañana y ver el paisaje, convivir con la naturaleza y con los animales es algo que hay que valorar y yo disfruto de ello. Es mucho trabajo, y duro. Pero merece la pena”.

Alegre, vitalista, optimista y vocacional, esta diplomada en Magisterio eligió continuar vinculada al sector primario porque “yo me crié en esto. Siempre me gustaron las vacas. Al finalizar mis estudios y poner en la balanza la opción de seguir con la explotación u opositar decidí quedarme en el pueblo. Yo siempre viví aquí excepto el tiempo que estuve estudiando primero el Bachillerato en Cangas del Narcea y luego la carrera en Oviedo”.  De hecho, “yo siempre ayudé a mis padres, tanto en la recogida de la hierba, época en la que incluso venía cuando estaba fuera, como en el resto de tareas derivadas de la ganadería”.

Mantiene que el papel de la mujer en la ganadería siempre fue muy relevante ya que además de “llevar la casa y atender a la familia, siempre estuvimos muy presentes en las diferentes tareas del campo”. Pero la ganadera, menor de tres hermanas, subraya que “es un trabajo en equipo. Todos ayudamos. La familia al completo”. Sin duda, un gran ejemplo de corresponsabilidad.

Su historia es la de una mujer comprometida con el oficio ancestral de cuidado de animales. Mantenedora de la cultura y diversificación de las casas tradiciones de antaño: labra la tierra, maneja, además de cerdos, con su matanza, y gallinas, 36 cabezas de Asturiana de los Valles, que de abril “hasta que las baja la nieve, sobre el mes de octubre”, están en monte de Genestoso y en la Braña de los Valles, “tres ratinas –Parda Alpina- y una mora –mora”- cuya producción utiliza para la elaboración del queso tradicional de su pueblo.

El queso

Y es que, el queso “es una tradición ancestral en mi zona”. Antaño, se cuajaba en todas las casas, formaba parte de su sistema económico, pero poco a poco se fue abandonando. Entonces, “pensé que no se podía perder algo tan típico nuestro y decidí dar continuidad”. Así, se convirtió en la única elaboradora del queso de Genestoso. Se trata de un queso 100% artesanal y “yo sigo respetando todas las pautas de elaboración de antaño, incluido la forma de curar en fresqueras sometiéndolos a los diferentes cambios climáticos es por lo que algunos meses de invierno aprovecho para dejar descansar las vacas y paro la elaboración dos o tres meses, los más crudos del invierno”.