Es un faro de autenticidad y creatividad. La artesanía es un sector formado por profesionales que cuentan con habilidades tradicionales, transmitidas de generación en generación pero que su experiencia, a la vez las hacen únicas, que no solo preservan la herencia cultural de una comunidad mediante sus técnicas, sino que también desempeñan un papel fundamental en la construcción de identidades locales y globales. Es un testimonio tangible de la destreza humana, la paciencia y la dedicación. Además, tiene un papel esencial en el desarrollo económico sostenible a la vez que establece una conexión entre los productores y los consumidores, creando un lazo más profundo y significativo entre ambos. En algunos casos, la idea de dejar la ciudad para irse a vivir al campo pasó de ser un sueño a un proyecto concreto y real. Amara Llaca conjugó los dos conceptos: pasó de vivir en la capital de la región a habitar -en el momento en que trascurre el reportaje- en las inmediaciones del enclave de Santo Adriano.
“Soy nómada rural. Desde muy pequeña me siento conectada con la naturaleza. A los 17 años me fui de Oviedo habiendo aprendido los nudos básicos de la técnica ancestral del macramé, gracias a una amiga que me compartió este conocimiento en la Escuela de Artes, y en mis viajes fui desarrollando a base de experimentación y aprendiendo de otros artesanos”. Y es que “al trabajar con hilos y elementos naturales mi pequeño taller se puede instalar fácilmente en cualquier lugar”.
Por aquel entonces, “el conocer más personas viviendo de su arte en un entorno rural me inspiró mucho y decidí apostar por ello. Yo quería algo más libre. Más abierto y conocerme a mi misma viviendo en el mundo, en el medio rural. Con la naturaleza”.
Perfeccionó la disciplina con otros artesanos “de diferentes puntos del mundo que fui conociendo en festivales y con mucha experimentación por mi misma”. Según explica la artesana, “en el macramé aprendes unos nudos y luego tienes que dejar volar la imaginación. Alimentar la técnica con creatividad. Hay que probar. Experimentar y fluir para sacar piezas únicas”, que incluso cuenten historias, no solo la suya personal sino la del cliente creando elementos personalizados, “con una joya antigua, piedra u objeto con valor sentimental puedo elaborar piezas. Puedo materializar los recuerdos. Me adapto a lo que necesite el cliente. Me parece algo muy bonito el crear algo único que te acompañe”. Su perfil de Instagram y Facebook, arte_samana, es su escaparate.
Asimismo, combina los hilos de colores con minerales, abalorios naturales, plumas o madera reciclados de otras piezas en desuso otorgándoles una nueva vida. También, Amara obra con plumas y minerales que ella misma recoge por enclaves como los bosques y playas, “me gusta transformar estos elementos en joyas y piezas decorativas únicas”.
De pueblo en pueblo
Así trascurrieron los años, “entre la naturaleza y visitas casuales a la cuidad para desarrollar y vender mi arte”. Llegado el momento de volver a casa “tenía claro que quería desarrollar mi arte y mi creatividad y no en la cuidad. Viví en una furgoneta, de pueblo en pueblo” pero, reconoce que “quiero asentarme y en ello estoy”. En nada, empieza una nueva aventura.
De hecho, “mi visión de futuro es viviendo en mi casita en el bosque lo más autosuficiente posible; con mi huerta, placas solares y mi estudio”, donde además de trabajar el macramé pueda desarrollar nuevas materias, como la madera o las telas. Realmente, “mi proyecto de artesanía abarca mucho. Ahora está enfocado en el macramé pero quiero trabajar con los elementos de la naturaleza haciendo tanto piezas útiles como de belleza o decoración. Mi vida gira entorno al autoconocimiento”.