Andrea García mima en su obrador ingredientes como pistachos, nueces, chocolate, avellanas y almendras, marinados con harina, huevo y aceite de oliva que materializan cinco especialidades inimitables, “cada pieza es una obra irrepetible”.
La casualidad, la causa o fuerza a la que supuestamente se deben los hechos y circunstancias imprevistos; imposible de anticipar y evitar, es lo que la lanzó a tomar la decisión de embarcarse en la aventura del emprendimiento y dar un giro radical a su trayectoria profesional. Hablamos de Andrea García, natural de Ujo, concejo de Mieres, una joven pedagoga que ha decidido profesionalizar su afición por la repostería, artesanal y en ecológico. “Los veranos trabajaba en un bar y empecé a realizar los postres. Vi que me gustaba y pensé, termino la carrera de Pedagogía pero a continuación me matriculo en una Escuela de Cocina”.
Y es que, según las estadísticas, a cualquiera le sucede al menos una casualidad extraordinaria en la vida, y a Andrea se le concretó en Alma Avellana, con la elaboración de dulces 100% artesanos, “cada pieza es una obra irrepetible”, realizados con ingredientes certificados en ecológico, y siguiendo todas las exigencias ordenadas por el Consejo de la Producción Agraria Ecológica del Principado de Asturias, COPAE. Una iniciativa que aspira a convertirse en “un modelo ejemplar de economía sostenible en el mundo rural”.
A partir de ahí, el trabajo duro, tesón y perseverancia de la repostera convirtió esa casualidad, que la apasiona, en un medio de vida, con una definida filosofía de marca: “mi esencia es conjugar pedazos de vivencias, sabor y tradición. Uso ingredientes 100% ecológicos, comercio justo -apoyo a personas productoras y agricultoras que resultan perjudicadas por las dinámicas del mercado tradicional, que en la mayoría de los casos son desiguales y, en vez de contribuir al desarrollo social, subrayan problemas estructurales como la pobreza y la explotación laboral- y kilómetro 0 en la media de lo posible -concienciación, sensibilización y apoyo a agricultores asturianos-”. En este ámbito, reconoce que “me costó bastante encontrar productores de calidad. Me gustaría ayudar más a productores regionales pero no tengo opción”. Actualmente colabora con Pita Sana, granja de gallinas ecológicas que la abastece de huevos ubicada en Navia, y con Brañas de Muxagre, del municipio de Salas, que la surte con miel.
Hace siete meses Alma Avellana se asentó en la localidad mierense, donde cualquier particular, previo encargo (www.almaavellana.com) puede adquirir sus delicatesen. Aunque la labor promocional comenzó mucho antes.
Esta intrépida repostera vendió sus dulces antes de definirlos. Sabía y sabe lo que quiere. Visitó diferentes establecimientos especializados, reconociendo el terreno, y les ofreció, decidida, sus creaciones, por aquel entonces de elaboración casera. De hecho, cuando empezó con el obrador ya tenía una clientela. Su punto fuerte es la distribución a tiendas, de lo que además se encarga ella misma. Tiene en cartera entre 8 y 10 comercios, “voy poco a poco. Estoy yo sola, tengo lo que puedo abarcar. El 90% de los ingresos me los dan las tiendas y un 10%, a veces un 20%, los particulares”.
“Siempre intenté comer lo más natural posible, pero a raíz de un problema de estómago me fui enfocando a lo ecológico, kilómetro cero y comercio justo. Hace un año decidí dar un cambio radical en la alimentación”. De aquí, su determinación en primar en la selección de materia prima y elaboración la calidad del producto final, aunque aún hay mucho camino que andar: “a veces tenemos que hacer una labor educacional con lo que es el cliente final. La gente que habitualmente consume ecológico lo entiende, al no tener ni conservantes ni aditivos es un poco más exclusivo, el resto se dispersa con el precio”.