De profesión: Veterinaria apícola

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La preocupación no es exclusiva a nuestro territorio y el patrón se repite a lo largo y ancho del mundo. Las zonas rurales van perdiendo población a favor de las ciudades a medida que sus habitantes, en general más jóvenes, buscan nuevas oportunidades laborales o formativas. Según los últimos datos disponibles del Banco Mundial, un 55,7% de la humanidad vive en un entorno urbano, cuando en el año 2000 lo hacía el 46,6%. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística (INE), Asturias cuenta con un censo de 1.015.425 personas, 4.614 menos que 2019 -2.246 mujeres y 2.368 hombres-. Cumpliéndose dos años de las protestas de la España vaciada que llevaron a la capital del país la intranquilidad por el medio rural, el Gobierno ha impulsado un plan de 136 medidas que, aprovechando 10.000 millones de euros del fondo de recuperación europeo, pretende revertir los efectos de la despoblación y ofrecer así un futuro a los pobladores del campo, y con ello al sector primario. El plan se estructura en 10 grandes apartados que aglutinan las medidas. A grandes rasgos, según el documento oficial en el que se ahonda en esta hoja de ruta, se busca favorecer la transición ecológica, la conectividad del medio rural, la igualdad de oportunidades, el desarrollo del territorio, el impulso de un turismo sostenible y del tejido productivo local, así como fomentar la deslocalización de los servicios públicos y promover la cultura. Como sabemos, el papel lo sostiene todo, lo que se necesita es ver resultados. La Covid-19 nos ha dado una tregua. Ha conseguido que la ciudad mire al campo y entienda su importancia. Ha logrado atraer población, lo que está por ver es si seremos capaces de asentarla. Pues bien, y a pesar de este panorama esperanzador pero poco alentador existen jóvenes que no se rinden y buscan la fórmula para retornar a sus lugares de origen y desarrollar en ellos su capacidad empresarial. “La apicultura es una actividad con una capacidad impresionante para fijar población en el medio rural. En Asturias tenemos a los apicultores más jóvenes de España. La media de edad se sitúa en los 40 años”, subraya nuestra protagonista, y asegura que “es un buen momento para la miel, con el impulso de la Identificación Geográfica Protegida –IGP- que diferencia y ampara el producto”.

Muchos pensamos que los veterinarios  son aquellos que tratan vacas, caballos, ovejas, perros o gatos. Pero, ¿quién vela por las abejas además del apicultor? Cuando ingresó en la Facultad de Veterinaria de León, Jimena González, lo hizo por vocación, pero no contemplaba a quienes serían sus principales pacientes.

Llegó al sector apícola por casualidad: “El verano en el que acabé la carrera, y en el que yo estaba situándome, me surgió la oportunidad de realizar un curso en la Universidad de Oviedo sobre producciones del medio rural minoritarias: Apicultura (Abejas), helicicultura (Caracoles) y lombricultura (Lombrices). Era una materia muy peculiar y me llamó la atención”. Comenzó su andadura en Cantabria, “estaban creando una Asociación de Defensa Sanitaria -ADS- de la abejas, y en la empresa me dijeron que, como tenía el curso y era un ámbito desconocido, me encargara yo”. A partir de ahí, y durante 5 años hasta que la crisis de 2008 mermó la actividad laboral y la devolvió al saneamiento animal, “me especialicé aprendiendo de los apicultores y continué con la preparación: No hay tanta oferta como en otro sector. Para especializarte, tienes que estar muy metido en este ámbito y encargarte tu de buscar lo que quieres aprender. Tienes que molestarte tu por llegar a formarte”. Además de en la comunidad cántabra, Jimena trabajó en Castilla y León, y “siempre en el medio rural”.

20.000 colmenas

Con su tesón y su decisión de volver a sus raíces, Limanes, concejo de Siero, consiguió, por cuenta propia, el puesto de técnico en la asociación de apicultores Promiel de Asturias, una entidad creada en 2014 con el fin de impulsar la profesionalización del sector. “Tenía muchas ganas de volver. Desde que acabé la carrera, en Asturias no había trabajado hasta 2019. La tierra llama. Quería volver a casa”.

La entidad, con su respectiva ADS, cuenta con unos 75 socios concentrados principalmente en el Suroccidente asturiano, con más de 20.000 colmenas que la veterinaria revisa mínimo dos veces al año. Una visita rutinaria en primavera y otra, “la más importante en otoño donde se controla el nivel de varroa. Tenemos que procurar que las abejas entren a la invernada lo más sanas posibles para que en primavera empiecen a trabajar al 100% con las floraciones”. Y es que, “la apicultura es un mundo que a nivel técnico hay pocos veterinarios que se dediquen a ella. Creo que los  apicultores agradecen mucho que hables con ellos, atiendas a sus preocupaciones y problemas”. Por ello, si registran algún contratiempo puntal, Jimena no duda en acudir de nuevo al abejar: “Es un tipo de ganadería muy sensible al cambio climático y lo que afecta a las floraciones les afectan a ellas también”.  Reconoce que a nivel de investigación, “se necesitaría que los laboratorios se implicasen más en este mundo. Es cierto que no es tan rentable como el ganadero pero si nos concienciáramos de que tres cuartas partes de lo que comemos es gracias a la polinización de estos insectos a lo mejor se conseguiría algo”.