A lo largo de la última semana se ha hablado mucho en los medios de comunicación sobre la brecha salarial, sobre el impacto de la pandemia en el mercado laboral y hasta se ha generado debate alrededor de la manifestación programada para conmemorar este Día Internacional de la Mujer.
Todo esto tiene un trasfondo que desprende un tufo de intereses que a muchas mujeres nos molesta, porque se está utilizando una causa que no entiende de ideologías como un arma política para atacar a los que no piensan igual.
El feminismo debe entender como la reivindicación de los derechos fundamentales de la mujer no sólo en nuestro país sino a nivel internacional. Este movimiento social en el que mujeres y hombres deben estar incluidos alrededor de ideas como las de Frida Khalo, como la lucha de Emmeline Pankhurst o como el trabajo invisible de millones de mujeres que durante varias generaciones han ido dando pasos para construir un mundo mejor del que vivieron.
Hoy el objetivo que nos mueve como sociedad es el de legar un futuro lleno de esperanzas, posibilidades y derechos a la próxima generación de adultos.
En este camino, sigue habiendo grandes diferencias que en lugares como el medio rural se acentúan todavía con más fuerza y son esas grandes brechas las que deben motivarnos para estar más unidos y con más ganas para acabar con las brechas a las que se someten, los techos de cristal que frenan el talento y a tomar decisiones que sirvan para que sociedades como la de nuestros pequeños municipios puedan mirar de frente a los grandes retos que se planteen por delante.
Seguir celebrando este Día Internacional no sólo sigue siendo necesario es más que obligatorio. No se trata de una moda de la que hoy tratan de adueñarse, es el resultado de un largo camino a lo largo de la historia que ahora debe recoger sus frutos.
Y seguirá siendo necesario mientras permanezcan las brechas salariales, mientras haya una mujer víctima de la violencia de género, mientras persistan los techos de cristal o cualquier freno que impida que las mujeres avancemos en igualdad de condiciones por una mera cuestión de género.
Pese a todo, miro con optimismo el futuro, porque hemos aprendido a educar en valores como el respeto y la igualdad. Hoy los hombres cocinan, planchan y cuidan del hogar no como una ayuda a su pareja sino como una necesidad de convivencia. Hemos acabado con los roles, ahora toca extinguir el machismo y las etiquetas, involucrando a los hombres en este proceso transformador de la sociedad.
Desde estas líneas quiero desear a todos, mujeres y hombres, un feliz Día Internacional de la Mujer, porque esta batalla es de todos.