Las abejas y los humanos nos conocemos desde hace miles y miles de años. Fe de ello es la imagen prehistórica de la mujer rodeada de abejas que, canasto en mano y desde una escalera, mete la mano en la colmena para recoger su miel. Alguien, hace cerca de 10.000 años, consideró relevante documentar esa hazaña en la cueva de la Araña en Valencia. Y parece lógico, ya que, ¿quién arriesgaría su vida de esa manera si no fuera por un elixir extremadamente preciado? La miel, el fin de la existencia de las abejas melíferas, fue nuestro edulcorante e importante fuente calórica durante milenios. Pero tras 30 millones de años de subsistencia, las abejas, que siempre habían sido autosuficientes, empezaron a morir y hoy en día su supervivencia depende de la incansable labor y tesón de los apicultores. Sin ellas no hay vida, tan tópico como verdad. En el reino habitan miles y Salomé Laso Pérez un día se acercó a ellas con respeto pero como si supiera que ya no iba a querer dejar el suelo de sus colmenares. Natural del pueblo de Santervás de la Vega, Palencia, vive a caballo entre el enclave palentino y El Entrego, en San Martín del Rey Aurelio, “llegué aquí hace 20 años”. Desde entonces, “paso mitad de semana en Asturias y la otra en Palencia. Me gustaba Asturias y me decidí a buscar una casa con finca. Me enamoró”.
Ocupada en el sector automovilístico como actividad principal, hace dos años se inició en el mundo de la apicultura. “Siempre me ha gustado todo lo natural, el medio rural. Con las abejas, aunque no había tenido ocasión de adentrarme es ese mundo, se me presentó la oportunidad de ayudar a un apicultor profesional, quien me enseñó todo el proceso, y poco después pude hacerme con mis primeras colmenas”.
Es por ello que, hace casi dos años, nació Abejita Queen Bee, un proyecto artesanal de elaboración de cosmética a partir no solo de la miel sino también de otras sustancias procedentes del trabajo de las abejas como el propóleo, el polen, la cera del panal e incluso el veneno de las abejas, la apitoxina. Comenzó con 6 colmenas, hoy cuenta con tres asentamientos diferentes; dos en Palencia y otro apiario en El Entrego.
El año pasado, recolectó miel de monte y brezo y tomillo que comercializó en diferentes ferias y, en su mayoría transformó en cosmética. La apicultura es una actividad ancestral consistente en la crianza por el ser humano de las abejas para el aprovechamiento de los productos elaborados por las mismas, y si hay una palabra que describa a Abejita Queen Bee es natural.
Formación
Elabora mieles respetando el manejo tradicional adquirido de generación en generación, combinado con nuevas formaciones “para aprender a gestionar mejor el manejo. Siempre hay cosas que mejorar”. Aunque a Salomé la instruye un vecino que preserva el laboreo artesanal de antaño, “se aprenden cosas nuevas. Hay que renovarse y hablando también con otros apicultores se aprende mucho intercambiando experiencias. La miel es solo extraer, hay que conservar de la manera más natural y sostenible de criar y cuidar las abejas, con tratamientos imprescindibles para combatir, por ejemplo, la varroa”.
De curso en curso, “es algo que engancha, di con la apicosmética y el veneno de abeja, que ha sido un descubrimiento porque se utiliza para infinidad de cosas y con efectos inmediatos. Es el botox natural”. Lo más gratificante, cuando los clientes “te dicen que le funciona tu producto. Cosas sencillas, como un jabón, con productos sencillos y que funcionan; es algo maravilloso”.
Su interés por los ungüentos naturales para calmar dolencias tópicas la llevó a continuar estudiando y así advertir los efectos nocivos en la salud de los ingredientes convencionales de la industria cosmética. Y es que según la emprendedora, aunque en dosis bajas no son dañinos, al aplicártelos día a día por acumulación acaban siendo perjudiciales. “Comprobé que los ingredientes naturales son más saludables, de mayor calidad y la piel lo sabe y lo agradece. No te hace falta ninguna química para hidratar tu piel. Lo que ocurre es que las farmacéuticas nos han vendido que eso es lo mejor”. Comenzó con los jabones naturales, continuando por las cremas hidratantes y posteriormente los ungüentos de la abuela para calmar dolencias tópicas musculares. La clave: la formación.