El sector agroalimentario tiene por delante tres retos muy importantes, todos ellos unidos entre sí: apostar por los alimentos de proximidad, frenar la despoblación de las zonas rurales y asegurar el relevo generacional en las explotaciones de agricultura y ganadería sin las que, sin duda, no nos podríamos alimentar y todo ello se tiene que producir necesariamente en la próxima década. Las empresas de la región están realizando importantes esfuerzos para integrarse en esta nueva realidad, con inversiones y programas que impulsen a todos los eslabones de la cadena agroalimentaria; una condición indispensable para intentar abordar estos tres retos lo antes posible. Sobre el papel, todo parece fácil. En marzo del pasado año, más de 200.000 personas procedentes de todo el país, según estimaciones de las organizaciones convocantes -las organizaciones agrarias Asaja, UPA, COAG y Cooperativas Agroalimentarias, entre otras- tomaron Madrid en defensa de la actividad agraria, ganadera y el mundo rural. La invasión de las tropas rusas en Ucrania dispararon las alarmas entre los ganaderos españoles. Este país lleva años siendo el granero de Europa: una gran parte de los productos agrarios que alimentan a su cabaña proceden de los campos ucranios. Los productores asumen el encarecimiento de los costes y su supervivencia, a las que se agarran a base de esfuerzo y sacrificio, está en el aire. Sus reivindicaciones, donde, a las demandas históricas sin resolver, se sumaron otras coyunturales, especialmente en materia de costes de producción, aún siguen sin solución. Natividad Fernández Álvarez es ganadera por vocación: “mis padres dedicaron toda su vida a la ganadería. Lo viví desde que nací, y hace más de 30 años empecé, junto con mi marido, con mi propia ganadería”. El futuro: “muy crudo. Los costes de producción son muy elevados y la cotización de la carne está peor que hace tres décadas”.
Vecina de Carrexa, concejo de Quirós, Naty inició su explotación con tres vacas Asturiana de los Valles. Poco a poco fue aumentando cabaña hasta llegar a las 65 cabezas, entre grande y pequeño, que maneja hoy en semiextensivo que pastan por 30 hectáreas de puerto y en invierno por 20 más, distribuidas por el término municipal. “La nieve nos obliga a bajar de la montaña”. Hace 11 años, comenzó con la producción en ecológico.
Mantiene su propia línea, “desde los años que llevo de ganadera, unos 34, solo compramos cuatro vacas además de los toros. Las que vemos que sirven como madres se quedan en la ganadería. El resto las cebo y las vendo”. Es realista, a consecuencia de los altos costes de producción, en noviembre del pasado año se deshizo de cabaña. Vendió 20 animales para ajustar gastos y “evitar comprar más pienso y forraje para alimentarlos”. Y es que las fincas en la zona son difíciles de conseguir, “están muy solicitadas” y sus vacas están en el concejo quirosano los 365 días del año. “Hay que adaptarse para intentar seguir librando la situación porque igualmente no llegas. Adaptarte a lo que puedas mantener” pero ella, a pesar de todo y sin titubeo, nos reconoce que está donde quiere estar. Explica que la Administración regional se centra en incentivar las incorporaciones al sector agroalimentario pero “no se dan cuenta de que las ganaderías están cerrando porque no son rentables y animan a los jóvenes a emprender y muchos no van a ser capaces de salir adelante con todos los gastos que tenemos”.
Con el confinamiento nos dimos cuenta de que profesiones como la de ganadero, que parecía que era una labor de tiempos atrás, era un trabajo esencial de primera necesidad; no es que no se supiera, sino que se puso más en valor. Nos dimos cuenta de que nuestra alimentación dependía de que estas personas distribuyeran su género. Ellos no podían quedarse en casa ni parar su actividad. El campo no cerró. No pudo cerrar, su función era esencial para la cadena alimentaria. Pero parece que ya se nos ha olvidado. La desprotección y precariedad que sufre hoy el ganadero está al margen de las preocupaciones de los gobiernos. Van salvando obstáculo, pero gracias a la insistencia, tesón y sacrificio de sus protagonistas.
Comercialización
A las exigencias del oficio se suma el escollo de la comercialización. La carne “que cebamos tiene salida, pero el problema es que no nos pagan lo que nos deberían de pagar. El pienso nos cuesta casi el doble en ecológico y la carne no nos la cotizan bien. Deberían de pagarnos más porque nos sale más cara la producción y la calidad de la carne es superior”. Amparada por la Identificación Geográfica Protegida -IGP- Ternera Asturiana, además de por el Consejo de la Producción Agraria Ecológica del Principado de Asturias -COPAE-, vende a través de la comercializadora Xata Roxa.
A todas las dificultades se suma la problemática con la fauna salvaje. Naty tiene que lidiar no solo con el lobo sino también con el oso, jabalí y venado. “Tenemos de cerrar fincas y pasar el venado y arrasarlo todo. Un problema porque se salen las vacas y pueden ocasionar un accidente, ya no es solo que te maten al animal”. En una ocasión, “encontramos a las vacas a 6 kilómetros de la finca”.