Una mirada real al medio rural

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Hay un campo desierto y mecanizado y ciudades llenas de descontentos. Habitamos un planeta urbano, donde más de la mitad de sus 8.000 millones de personas viven en ciudades. El campo, o lo que queda del campo, es esa cosa extraña e idealizada que aparece en el fondo de escritorio de las pantallas o donde los humanos acuden vestidos de ropa técnica, bastones y cuentapasos. Quizá también ese lugar vacío al que regresar buscando un no sé qué que se echa en falta. Así lo siente nuestra especie, aquejada de una falta de aire sin contaminar que va más allá de la nostalgia. Sin olvidar el susto de la ya casi olvidada pandemia, que obligó a esta sociedad a permanecer en sus casas tan soñadas y tan hipotecadas. Todo es naturaleza, dice Gary Snyder, el poeta beat, porque la naturaleza “no es un sitio que se visita”. La naturaleza es “nuestro hogar”. Mónica Llenderrozos nació hace 41 años en el enclave de Ventoso, término municipal de Santa Eulalia de Oscos. A los 16 años se marchó para formarse y en 2008, por circunstancias de la vida, retornó a su lugar de origen para ayudar en la finca familiar. “Entre mis planes de vida no estaba ser ganadera. Yo estudié arquitectura, entre otras cosas, y como la vida a veces te lleva por donde quiere, me volvió a traer aquí”, apostilla. Aunque   nunca perdió el contacto con sus raíces por las que lucha día a día a pesar de las vicisitudes.  Nos atiende mientras recolecta verdura en su finca, enseñando a una de sus huéspedes el día a día de una granja agroganadera certificada en ecológico.

Conjuga futuro y tradición. Enlaza esencia y raíces con talento, fuerza y valentía para continuar con la profesión.

Ha sabido adaptarse a los tiempos. No ha dudado en cultivar la tierra cuando eso ha dado solvencia. Hoy, combina la ganadería con el agroturismo, otra puerta que ha abierto en su lucha por permanecer en el medio rural. “Mientras mi padre Antonio, con 85 años, esté conmigo no me voy a mover de aquí. Todo lo que soy se lo debo a él”. Aunque reconoce que “yo siempre he puesto en duda que vaya a poder jubilarme aquí porque no acabo de ver un futuro real para el campo”. Es por ello que no ha cesado en la formación. “Para mi es esencial. Todo está evolucionando muy rápido y debemos estar al día”. Por ello, cuenta con la titulación de pilota a distancia de UAS/drones certificado por la Agencia Estatal de Seguridad Aérea, AESA. En esta línea, Mónica está centrada en la obtención de certificación en Fotogrametría -realización de mapas y análisis de datos del terreno, con fotografía aérea- y en agricultura de precisión -uso de drones para mantenimiento de cultivos-.

Por otro lado, dispone de dos viviendas en Santa Eulalia de Oscos que oferta en una App. Fue en 2020 cuando un jueves de mediados de junio “lo oferté con unas fotos y una pequeña descripción de la casa y el domingo ya tenía alquilado desde el 15 de junio hasta el 20 de septiembre”. Un claro ejemplo de evolución y reinvención. Estoy tratando de evolucionar mientras estoy aquí, de mantener lo que tengo y que sea rentable”.

Gestión autosuficiente

No obstante, no hay más que avanzar en la conversación para conocer que el trabajo de Mónica, que va de sol a sol, no le disgusta. En su finca, As Regueirías, pastan en unas 80 hectáreas de terreno 60 reses de raza Asturiana de la Montaña y Aubrac protegidas por tres mastines porque “aquí el lobo no es tema de broma”. De hecho, antaño en la ganadería se combinaba ganado vacuno, ovino, caprino y porcino todo en extensivo, pero a partir de 2012, “cuando comenzaron los problemas con el lobo más seriamente y registrábamos muchas bajas decidimos quedarnos con animales mayores que defienden mejor. Era una desesperación”.

La granja la completan “unas cabras murcianas, lecheras, porque tengo el objetivo de ser autosuficiente y solo acudir a la tienda a por aceite”, y una docena de caballos para carne. Todo ello en extensivo. Comercializa tanto la carne como la verdura a través de venta directa al productor final y también a través de grupos de consumo. “Cada dos años dejamos un lote de novillas para renovar las vacas mayores y algunos de los terneros pasteros cada otoño, que casi siempre se van para Galicia para el mismo ganadero que hace muchos años que me los compra”.