En la Asturias vaciada, cuando un colegio cierra no vuelve a abrir o es prácticamente imposible que lo vuelva hacer. Echar cerrojo al aula suele ser la consecuencia de un proceso de éxodo de la población joven en busca de un futuro más próspero; el símbolo de una decadencia que amenaza la propia supervivencia del lugar. Para casi todas las localidades que tienen que pasar por ese aprieto, el escenario resulta irreversible, de ahí que un logro al mantener un Colegio Rural Agrupado -CRA- pueda considerarse como un pequeño milagro. Castilla y Léon, Asturias y Cantabria obtienen los mejores resultados en PISA -una prueba, organizada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), que ha medido las competencias de los jóvenes en matemáticas, comprensión lectura y ciencias al término de la educación obligatoria, con 15 o 16 años, en 81 países-. Tienen en común mucha educación pública, mucha escuela rural, una larga tradición educativa y políticas estables. Si hay algo que define a la escuela rural, más allá de su diversidad y metodología, es su conexión con el territorio y su capacidad para implicar en la educación a diferentes actores: no solo son los maestros en el aula los que educan, sino que las familias y su interés por acercar todos los medios al colegio, además de contar con el apoyo de las administraciones. Nos explica que su profesión frustrada es “la de maestra”, pero ella tiene mucho que ver con aproximar la ciencia a los pueblos. A la pregunta de cómo decidió enfocarse al medio rural, contesta rotunda, “el medio rural me eligió a mí porque, como todo en la vida, das un paso y cuando das el siguiente te va enfocando por ahí”.
Ana María Fernández Cueto es desde hace 11 años la ‘Científica Quimi’, quien se mueve por toda la región divulgando la ciencia, especialmente entre los más pequeños. Natural de Gijón, la labor de esta química que “por cambios en mi trayectoria profesional” la llevó a afincarse de nuevo en Asturias es llevar “el conocimiento y compartir momentos con Ciencia a conCiencia con el alumnado de Infantil, Primaria, Secundaria en espacios polivalentes municipales o colegios” recorriendo así toda la región. Su objetivo: “transmitir conocimiento, activar la mente, redescubrir la creatividad, despertar la curiosidad y las vocaciones científicas a los niños y niñas -los adultos del mañana- para despertar su interés por la ciencia, o por lo menos que sepan qué es y en qué consiste”.
Su laboratorio, itinerante. Se adapta al medio. Entre frascos lavadores, vasos medidores, tubos de ensayo, probetas, pipetas… “llego con mi ordenador portátil y empezamos a realizar la actividad: ¡Vamos a cacharrear! Aplicando siempre el método científico. Y así, por todo Asturias… desde el Oriente al Occidente.
Experimentos y valores
En su página web puedes encontrar algunos de los experimentos que se llevan a cabo en sus experiencias científicas. “Lo importante es no tener arrugas en el cerebro”, con esta cita de la bioquímica asturiana, Margarita Salas, Ana empieza la actividad. “Así rompemos el hielo y arranca la parte de Experimentación, ¡el cacharreo! Además de “desarrollar el experimento trabajamos valores. A veces, los valores están un poco perdidos. Trabajar en equipo, poniendo en valor la paciencia, esfuerzo, superación, perseverancia y compañerismo”. Por otro lado, “durante la jornada también nos da tiempo a animar a los niños que busquen referentes tanto de mujeres como de hombres en la ciencia porque en ocasiones no saben en qué cosiste el trabajo”. Y es que con estos ejemplos, “cercanos”, trata de romper la brecha de género y los estereotipos marcados por “una sociedad que a día de hoy pone cara de asombro cuando se entera de que una mujer hizo una carrera de ciencias”. La Científica Quimi destaca que relevancia de buscar referentes no alejados en el tiempo ya que “los niños no se van a sentir identificados ni en vida, ni en físico ni en ningún otro aspecto con Marie Curie, pero quizá sí con su prima, tía o vecina que acabó la universidad y ahora trabaja en un laboratorio”.